domingo, 21 de diciembre de 2014

Héroes.

Velocidad, pasión, gloria, peligro, adrenalina.

Estos son algunos adjetivos que definen a algunos hombres que se atreven a adentrarse en el peligroso mundo de la Fórmula 1.

Los coches más rápidos del mundo, más potentes y más preparados para soportar las altas velocidades a las que son sometidos. Rápidos y potentes.

Todos ellos son héroes, desde el que disputa 30 minutos de una sesión de entrenamientos libres hasta el que es 5 veces campeón del mundo. Todos ellos son personas únicas, entrenadas a base de sacrificio y esfuerzo para ser los mejores del mundo, para destacar, para ser distintos.

Son héroes. Todos los que asumen que cada fin de semana, cada día que entrar en esos habitáculos no aptos para claustrofóbicos, cada vez que aprietan el acelerador, dispuestos a dejar atrás a todos sus rivales para ganar, a veces, por desgracia, dejan atrás algo más que a sus rivales.



Todos aquellos que estan dispuestos a recorrer a gran velocidad los circuitos más bonitos y emblemáticos del mundo para deleitar a la afición, para cumplir los contratos, que en realidad no son más que hojas de papel con valor comercial y jurídico, para enfrentarse a la vida y a la muerte en hora y media.

Coches que poco les falta para ser naves espaciales, hay que tener un par de bemoles para subirse a esos bólidos, apretar el acelerador y reaccionar a 5 luces rojas que indican que ya puedes luchar al máximo para ganar.

Visión borrosa es lo que tienen una vez dentro. Todo pasa demasiado deprisa, delante, tienen el volante, que no deja de temblar por las altas velocidades. Giro de volante, una curva, peralte, controlar la tracción para no perder velocidad. El de atrás te vigila, no tengas miedo, lo huele, lo siente, es más atrevido que tú, no muestres debilidad o te va a arrollar.



Todos los que llegaron hasta aquí nacieron para competir, todos ellos. Sus vidas son circuitos, olor a gasolina, datos de telemetría, contratos, viajes, equipos que terminan siendo sus familias.

Son conscientes de a qué se enfrentan, un suculento premio que hará que seas conocido a lo largo y ancho del planeta, todos querran ser como tú, todos querran emularte. Todos te adoraran.

Son personas normales, como tú y como yo, tienen sus vidas, sus familias, comen, beben, duermen, hasta tienen animales domésticos.



Cuando se ponen el casco y se bajan la visera su percepción del mundo cambia, se vuelven fríos, calculadores, más o menos agresivos, se vuelven ultra competitivos. Se vuelven máquinas de ganar, sólo buscan la victoria. Cualquier cosa que no sea eso es una derrota.

Viven por y para las carreras. Eso lo es todo para ellos, no hay nada más allá. Dales un coche ganador y les darás la vida. No necesitan nada más dentro de esos coches, sólo unas pocas directrices. Ellos se encargan de controlarlo todo.

Sol, lluvia, frío, calor, día, noche; les da igual las condiciones, ellos corren, pisan a fondo sabiendo que lo que pueden encontrar doscientos metros más allá podría no ser agradable.

Demasiada agua, trompo, estás en medio de la pista, nadie puede ir a ayudarte, es peligroso, los coches pasan por tu lado como balas, ves poco y encima tus rivales se abalanzan sobre ti, unos te esquivan, otros, no.



Después de una gran sacudida, mueves tus partes del cuerpo y sabes que estás bien, oyes por radio "¿Estás bien?" y respondes que sí. Ya no pasa nadie, puedes salir por tu propio pie, la carrera está tranquilizada, safety car en pista, te vas, enfadado, magullado, todo ha terminado.

"Son sólo coches dando vueltas" dijeron. Obviamente no comprenden que no son sólo coches dando vueltas. Cada uno a su afición.

El ocaso da paso a la noche, el sol se esconde, se va por el horizonte, los focos del circuito se encienden todos de golpe, sabes que la iluminación va a ser la misma, sabes que va a ser un espectáculo digno de ver, digno de asistir.



Ves perfectamente lo que hay delante de ti, todo está calculado para que no notes la diferencia. El público se levanta, aplauden, bajo la noche más de 20 coches rugen por adelantarse, curva tras curva, levantándose tras pisar los pianos.

Sólo los más rápidos, sólo algunos rozan la gloria, puede que muchos vean la bandera a cuadros, esa ansiada bandera que aguarda al piloto más veloz. Al más osado, al más rápido. 

Sólo algunos logran hitos enormes, sólo algunos pasaran a la historia. El champagne baja por tu pelo, ríos de esta bebida bajan por tus brazos, te lo echas en la cara, delante de tu gente, de tus rivales, que han sido derrotados por ti. Suena tu himno, orgulloso, cierras los ojos y disfrutas.

Sólo algunos tienen el valor de hacer esto, de afrontarlo.

Pero sin duda, todos ellos son héroes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario