HUNGRÍA
2003
El
fin de semana en el que dimos el puñetazo definitivo en la mesa, el
día en que dijimos al mundo que no habíamos llegado a la F1 sólo
como espectadores, sólo como un corredor más para el que pasan las
vueltas sin saber qué va a suceder con él.
El
día en que pasamos a la historia por conseguir algo que ningún otro
español había logrado antes, no sólo por el simple hecho de
hacerlo si no de cómo lo hicimos, contra quien y bajo qué
circunstancias.
Este
es el relato del domingo en que ganamos una carrera de F1, algo
difícil de hacer.
La
temporada estaba siendo dominada por mano de hierro por Ferrari, como
en los años anteriores pero algo sería distinto ese fin de semana,
los colores principalmente.
El
sábado la pole fue para Fernando, no era la primera que conseguía
ese año y desde luego confirmaba en la buena forma en la que se
encontraba él y su coche, después de una carrera fantástica.
El
domingo, tras una buena salida, Alonso mantenía su primer puesto,
Trulli, su compañero, ascendía hasta el 5º. El rival de la carrera
más directo por decirlo de alguna forma, aunque buena parte de ella
en la distancia, fue Kimi en su Mclaren, con el que ya lucharía
arduamente en 2005.
Tras
la primera parada Alonso era segundo sólo por detrás del finlandés
y cuando este realizó su parada y todo se estabilizó Alonso volvió
al primer puesto y sólo tenía que llevar su coche hasta la bandera
a cuadros. Ese fin de semana iba a ser suyo.
Y
lo fue, de cabo rabo, nadie, ni Kimi, ni Trulli, ni los Ferrari le
tosieron, ese fin de semana se confirmó como piloto a tener en
cuenta en el futuro. No solo ganó, pasó primero a medio minuto del
tercero y doblando al kaiser, intratable como estaría esa temporada
de nuevo.
¿Qué
importaba eso?, con la superioridad de Ferrari evidentemente él no
luchaba por esas cosas pero en esa carrera había declarado la guerra
a medio plazo a todo el que quisiera ponerse en su camino, había
sentado una vez más un futuro brillante después de una magnífica
victoria en el Hungaroring con un coche rápido, aunque no el que
más.
Briatore
había apostado por este joven que allá en 2001 ya impresionó a
propios y extraños con una conducción que él mismo calificó de
natural, como él conducía.
Michael
tendría un duro rival para 2006, así como Lewis para 2007. La
parrilla quizá aún no era consciente del talento que estaba
desarrollando ese joven asturiano que ese domingo había apalizado a
todos, a grandes equipos con grandísimos pilotos.
Todos
se preguntarían quizá por entonces qué sería de ese chaval que
había desafiado a las reglas establecidas, al orden natural de las
cosas, que había rugido a Ferrari y trastocado a Mclaren, aunque
fuera por una carrera.
Un
español de talento inusual había ganado su primera carrera en F1 y
quizá nadie esperaba lo que aún estaba por venir en su trayectoria
profesional.
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