Cierra
los ojos. Coge aire. La aventura en la que estamos a punto de
embarcarnos no es una cualquiera, es algo único, es una montaña
rusa, es frenesí en cada segundo, emociones a flor de piel. Esto no
es apto para aquellos que no son valientes.
Comenzamos.
Estás rodeado de stands, de puestos de merchandising, puedes ver gorras negras, blancas, plateadas, puedes ver productos de muchos equipos, gente que los compra, otros sólo miran, un niño le pide a su padre una de color rojo, la tradición nunca se pierde, nunca se abandona.
Miras
hacia abajo, tus pies se encaminan firmes, directos, no vacilan,
recto, hacia unas escaleras que se adentran hacia un lugar
ligeramente oscuro. Hay personas que están haciendo lo mismo que tú.
Miras el reloj, 30 minutos. Piensas que podrías curiosear más pero
decides que quieres sentarte y observar las vistas.
Subes
rápidamente las escaleras, oteas tus alrededores, ves tu asiento
pero tendrás que andar un poco más. Después de haberlo hecho ya
sudas, hace mucho calor, pero merece la pena. Merece la pena haber
pagado para tener derecho a llevar ese trozo de plástico colgado de
tu cuello.
Te
sientas, hay gente levantada, otros vienen y van, una persona saca
una cámara fotográfica de las buenas, otros digital, tú, buscas en
tu mochila y la ves preparada para la acción.
15
minutos, los ves delante de ti, tú sabes que estás nerviosos, no lo
quieren demostrar, no están hechos para demostrarlo, están hechos
para ganar, cualquier otra cosa es una derrota, ya lo dijo un grande
“El segundo es el primero de los perdedores”, mucha razón tenía
ese hombre.
Decides
hacer unas cuantas fotos de lo que ves delante de ti, las
instalaciones, los coches, algunos pilotos, los cuales aún no tienen
ni el casco puesto.
Los
segundos vuelan demasiado rápido. Señal de 3 minutos. La tensión
se puede cortar, la mayor parte de la gente está sentada por no
decir todos, mayoritariamente hay silencio. Todos miran a sus ídolos
con ojos que no pestañean.
Todos
se han ido, ingenieros, mecánicos, sólo ellos. Sólo los valientes.
Hay que estar loco para hacer esto o con palabras más vulgares como
decía el actor que hacía de Niki Lauda en “Rush”, una gran
película por cierto.
Salen,
lentos, vuelta de formación. La gente se ha vuelto a levantar, están
grabando, aún no viene lo fuerte, los pilotos ya están nerviosos,
tienen que tenerlo todo a punto para dentro de un par de minutos
hacer una gran salida. No se puede fastidiar este momento.
Oyes
el rugido de los motores, los pilotos aparecen en la recta principal.
Tratan de deslizar los coches cuanto más mejor, cuanta más
temperatura en los neumáticos mejor salida harás, contando, claro
está, que juegues bien con los pedales.
Pegan
acelerones delante de ti, se colocan, tus pulsaciones suben una
barbaridad, se paraliza todo, sólo notas tu agitada respiración
contrayendo el pecho y volviéndolo a expandir.
Ya
tienes agarrada tu cámara prepara delante de ti, a través de la
pantalla digital puedes ver lo mismo pero más pequeño.
Evidentemente ella no puede sentir nada pero tú sí que puedes y lo
que sientes no es poco.
Llevas
esperando esto tanto tiempo desde que aquel gran premio de Abu Dhabi
cerró el anterior campeonato..
los
motores gruñen, se amenazan, los pilotos agarran sus volantes con
fuerza, preparan todos sus sentidos, todos ellos están puesto en su
pide derecho y en la pista que hay delante de ellos.
Sus
cerebros están procesando mucha información en décimas de segundo,
están repasando que línea de carrera iban a tomar, por donde
adelantarán.
En
unos segundos 20 coches van a lanzarse como lobos en una guerra
campal en la que el más débil es el que peor parte se lleva, los
más astutos encontrarán esos huecos imposibles, los más atrevidos
nos congelarán el corazón y nos sacarán un aplauso.
Los
de detrás no ven casi nada y tienen que confiar en que nadie la líe
demasiado por delante. Unos pocos metros para tantos coches al mismo
tiempo, ¿Qué locura no?, estos tipos están locos, quien en su sano
juicio haría esto.
Tú
pagas por verlo, porque es tu pasión, porque lo llevas en la sangre,
porque lo vives y lo sientes, no hay nada mejor que esta sensación.
El
calor te abrasa la nuca pero por fortuna tienes la gorra que te
protege la cabeza, tu cámara graba la tensión y tu mano agarra más
fuerte la misma.
Y
de repente, en un momento, que para cualquier otra cosa de la vida es
insignificante, miles de caballos de potencia se unen en una sinfonía
calcada, en un estruendo que todo lo cura.
Se
apaga el semáforo.
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